lunes, 28 de mayo de 2012

Lo siento, tú lo sientes.


Hay una mancha de mí, en mi cuerpo, que he querido enterrar.
Forma parte del eterno amor que siente la devoción por mi eternidad.
También me ama.
Forman la estructura compleja para que mi cuerpo sienta la presión y mi mente sienta tensión.
Cada vez se adoran más.
Entra a mi corazón, e invade mi ser.
Ya no queda ni rastro de la eternidad.
Sólo soy un pasajero temporal en una experiencia más que vivir a un alma sedienta de emociones.
La eternidad está bien para estar tranquilo y sereno, pero no para vivir una verdadera emoción.
Se está bien bajo el Sol azul y el Fuego naranja que calman y armonizan mi ser.
Lo siento, tú lo sientes.
Forman la pulsión de un tic nervioso para poner en marcha otra tinaja que sirva de verdadero portal al mundo de lo inteligible y sensible.
Para magnificar esta maravilla universal, se hacen creadores de una nueva vida, y estipulan una nueva verdad, que se torna mentirosa al desenvolverse alejada de su origen.
Pero nosotros conocemos el verdadero origen, no tenemos miedo de volver al eterno camino de las estrellas.
No hay percepción más real que el martillazo de Thor para acabar con un Dios.
Cada Dios que ha formado un multiverso que se extiende engullendo al resto para retroalimentarse y dar más universo y captar más multiverso que destroza más universo.
Lo siento, no lo sienten.
Y no paran de girar, esos dioses no paran de dar vueltas sobre sí mismos para atraer cada vez más a los seres que ellos mismos engulleron y luego dejaron irse a sus anchas para que ellos mismos se formaran para, finalmente, volver a sus creadores y destruirse para volver a ser una nimiedad que evolucione en un cambio eterno que nunca llegará a ningún fin más que el vivir irreal de humano que con sus imperiosos deseos cree alcanzar la eternidad en su diminuta Tierra.


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